EL CANTO DE LA ALONDRA

Te da la Bienvenida al Blog.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Basura.


Se encuentran en el área de servicio. Cada uno con su bolsa de basura.
Es la primera vez que se hablan.
— Buenos días...
— Buenos días.
— La señora es del 610.
— Y, el señor del 612.
— Sí.
— Yo aún no lo conocía personalmente...
— De hecho...
— Disculpe mi atrevimiento, pero he visto su basura...
— ¿Mi qué?
— Su basura.
— Ah...
— Me he dado cuenta que nunca es mucha. Su familia debe ser pequeña...
— En realidad sólo soy yo.
— Mmmmmm. Me di cuenta también que usted usa mucha comida enlatada.
— Es que yo tengo que hacer mi propia comida. Y como no sé cocinar...
— Entiendo.
— Y usted también...
— Puede tutearme.
— También perdone mi atrevimiento, pero he visto algunos restos de comida en su basura. Champiñones, cosas así...
— Es que me gusta mucho cocinar. Hacer platos diferentes. Pero como vivo sola, a veces sobra...
— Usted... ¿Tú no tienes familia?
— Tengo, pero no son de aquí.
— Son de Espírito Santo.
— ¿Cómo lo sabe?
— Veo unos sobres en su basura. De Espírito Santo.
— Claro. Mi madre me escribe todas las semanas.
— ¿Ella es profesora?
— ¡Esto es increíble! ¿Cómo adivinó?
— Por la letra del sobre. Pensé que era letra de profesora.
— Usted no recibe muchas cartas. A juzgar por su basura.
— Así es.
— Pero, el otro día tenía un sobre de telegrama arrugado.
— Así fue.
— ¿Malas noticias?
— Mi padre. Murió.
— Lo siento mucho.
— Él ya estaba viejito. Allá en el Sur. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos.
— ¿Fue por eso que volviste a fumar?
— ¿Cómo es que sabes?
— De un día para otro comenzaron a aparecer paquetes de cigarrillos arrugados en su basura.
— Es cierto. Pero conseguí dejarlo de nuevo.
— Yo, gracias a Dios, nunca fumé.
— Ya lo sé. Pero he visto unos vidriecitos de pastillas en su basura...
— Tranquilizantes. Fue una fase. Ya pasó.
— ¿Peleaste con tu pololo, no es verdad?
— ¿Eso, también lo descubriste en la basura?
— Primero el buqué de flores, con la tarjetita, tirado en la basura. Después, muchos pañuelitos de papel.
— Es que lloré mucho, pero ya pasó.
— Pero incluso hoy vi unos pañuelitos...
— Es que estoy un poquito resfriada.
— Ah.
— Veo muchos crucigramas en tu basura.
— Claro. Sí. Bien. Me quedo solo en casa. No salgo mucho. Tú me entiendes.
— ¿Polola?
— No.
— Pero hace unos días tenías una fotografía de una mujer en tu basura. Parecía bonita.
— Estuve limpiando unos cajones. Cosa del pasado.
— No rasgaste la foto. Eso significa que, en el fondo, tú quieres que ella vuelva.
— ¡Tú estás analizando mi basura!
— No puedo negar que tu basura me interesó.
— Qué divertido. Cuando escudriñé tu basura, decidí que quería conocerte. Creo que fue la poesía.
— ¡No! ¿Viste mis poemas?
— Vi y me gustaron mucho.
— Pero, ¡si son tan malos!
— Si tú creías que eran realmente malos, los habrías rasgado. Y sólo estaban doblados.
— Si yo supiera que los ibas a leer...
— Sólo no los guardé porque, al final, los estaría robando. Si bien que, no sé: ¿la basura de la persona aún es propiedad de ella?
— Creo que no. Basura es de dominio público.
— Tienes razón. A través de la basura, lo particular se vuelve público. Lo que sobra de nuestra vida privada se integra con las sobras de los demás. La basura es comunitaria. Es nuestra parte más social. ¿Esto será así?
— Bueno, ahí estás yendo harto lejos con la basura. Creo que...
— Ayer, en tu basura...
— ¿Qué?
— ¿Me equivoqué o eran cáscaras de camarón?
— Acertaste. Compré unos camarones enormes y los descasqué.
— ¡Me encantan los camarones!
— Los descasqué, pero aún no los comí. Quien sabe, tal vez podamos...
— ¿Cenar juntos?
— ¿Por qué no?
— No quiero darte trabajo.
— No es ningún trabajo.
— Pero vas a ensuciar tu cocina.
— Tonterías. En un instante limpio todo y pongo los restos en la basura.
— ¿En tu basura o en la mía?
Luis Fernando Veríssimo.

La Broma.


Todo comenzó como una broma. Llamó por teléfono a un amigo y le dijo:
—Lo sé todo.
Después de un silencio, el amigo respondió:
Cómo lo sabes?
—Eso no importa. Lo sé todo.
—Hazme un favor. No lo cuentes por ahí.
—Lo pensaré.
—¡Por el amor de Dios!
—Esta bien, pero ten cuidado.
Descubrió que tenía poder sobre las personas.
—Lo sé todo.
—¿Co… cómo?
—Lo sé todo.
—¿Todo el qué?
—Tú lo sabes bien.
—Pero es imposible. ¿Cómo lo has descubierto?
La reacción de las personas variaba. Algunas preguntaban en seguida:
—¿Alguien más lo sabe?
Otras se volvían agresivas:
—Está bien. Lo sabes. ¿Y qué?
—Nada. Solo quería que supieras que lo sé.
—Si se lo cuentas a alguien, yo…
—Depende de ti.
—¿De mí, cómo?
Si te portas bien, no lo contaré.
—Está bien.
Una vez, parecía que había encontrado a un inocente:
—Lo sé todo.
—¿Todo, el qué?
—Ya sabes.
—No, no sé. ¿Qué es lo que sabes?
—No te hagas el ingenuo.
—Pero no sé de qué me hablas.
—No me vengas con esas.
—Tú no sabes nada.
—Ah, eso quiere decir que hay alguna cosa para saber, pero que yo no la sé, ¿no?
—No hay nada.
—Mira que lo voy a contar por ahí…
—Puedes contarlo, que es mentira.
—¿Cómo sabes lo que voy a contar?
—Cualquier cosa que cuentes será mentira.
—Está bien. Lo contaré.
Pero al poco tiempo, recibió una llamada.
—Escucha. Lo pensé mejor. No cuentes nada sobre eso.
—¿Sobre “eso”?
—Sí, ya sabes…
Pasó a ser temido y respetado. Siempre había alguien que se le acercaba y le decía susurrando:
—¿Se lo has contado a alguien?
—Todavía no.
—Joder, gracias.
Con el paso del tiempo, ganó reputación. Era una persona en la que se podía confiar. Un día, un amigo le ofreció un trabajo con un gran sueldo.
—¿Por qué yo? —quiso saber.
—El trabajo conlleva muchas responsabilidades —dijo el amigo—. He decidido recomendarte.
—Pero, ¿por qué?
—Por tu discreción.
Comenzó a ganar prestigio. Se decía que lo sabía todo de todos pero que nunca abría la boca para hablar de nadie. Además de estar siempre bien informado, era un gentleman. Hasta que un día, recibió una llamada. Una voz misteriosa que dijo:
—Lo sé todo.
—¿Co… cómo?
—Lo sé todo.
—¿Todo el qué?
—Ya sabes...
Decidió largarse. Se fue de la ciudad. Los amigos se sorprendieron por su repentina desaparición. Decidieron investigar. ¿Qué estaría tramando? Finalmente, fue descubierto en una playa lejana. Los vecinos cuentan que una noche vieron llegar muchos coches que rodearon la casa. Varias personas entraron. Se oyeron gritos. Los vecinos cuentan que la voz que más se oía era la de él, gritando:
—¡Era broma! ¡Era broma!
Fue descubierto a la mañana siguiente, asesinado. El crimen nunca fue esclarecido. Pero las personas que lo conocían, no tenían dudas sobre el motivo.
Sabía demasiado.
Luis Fernando Verísimo.

El Último de La Fila


Como un burro amarrado en la puerta del baile

Me dices "good bye" en tu nota tan ricamente,
y no me hago a la idea de no volver a verte.
si lo llego a saber, mimosa, no te bajo el puente,
me tiré de cabeza y me arrastró la corriente.
Este es mi destino, al cabo de la calle estoy;
me siento como aquel ladrón que busca su fortuna
en un callejón por donde nunca pasa nadie.
como un burro amarrado en la puerta del baile.
Mi primo, que tiene un bar, desde siempre me ha dicho,
y me consta que todo lo dice de muy buena fe:
tanto tienes, tanto vales, no se puede remediar.
si eres de los que no tienen, a galeras a remar.
Y si sólo tengo amor,
¿qué es lo que valgo yo?
si tengo ganas de bailar,
¿para qué voy a esperar?
ahora necesito amor,
es mi única ambición;
como yo no sé bailar,
a galeras a remar.
Baila conmigo, amor, que soy muy cariñoso, guapa,
que aunque muy chico y muy feo, piloto de aeroplano soy.
Llévame al cine, amor, y a comer un arrocito a castelló.
si total son cuatro días, "pa" qué vas a exprimirte el limón.
"escolta", piquer, dame aire con tu abanico,
"que soc de barcelona i em moro de calor".
Si sólo tengo amor, ¿qué es lo que valgo yo?
si tengo ganas de bailar,
¿para qué voy a esperar?
ahora necesito amor,
es mi única ambición;
y como yo no sé bailar,
a galeras a remar.
Y si sólo tengo "love",
¿qué es lo que valgo yo?
si tengo ganas de bailar,
¿para qué voy a esperar?
ahora necesito amor
porque mi novia me dejó.
como yo no sé bailar,
a galeras a remar.
Ahora necesito amor.

lunes, 13 de junio de 2011

Siempre nos queda París.














En París amanezco el día de tu ausencia.
El city tour me pierde por rincones aislados,
¿por qué será que espero tus ojos afilados,
si nunca me prestaste su mágica elocuencia?

Las calles dan cien vueltas, yo sigo en la abstinencia
de la presencia incauta saltando acantilados.
Sus plazas —laberinto—, semáforos callados...
No creas que pretendo mutar tu transparencia.


Si llegas, te prometo colgar de tu mirada
un brillo renovado. Firmada la amnistía
besar solo tu frente que, fresca, me daría

delirios de amapola bajo la tour Eiffel.
Qué lenta es esta espera...escucha los relojes
llegando a su destino: la torre de Babel....

Carolina María Catalano

Pablo Picasso.

Elbert Hubbard.

Soneto Lejano.















Bello sería el río de mi canto,
que arrastra por el mundo su corriente,
si dicho canto no naciera en cuanto
el río se separa de la fuente.

Bello sería el silencioso llanto
de la estrella en la noche de mi frente,
si dicha estrella no distara tanto
de quien le da la luz resplandeciente.



Bello sería el árbol de mi vida,
si la raíz de amor lo sostuviera
sin estar alejada y escondida.

Bello sería el viento que me nombra,
si la voz que me llama no estuviera

perdida en la distancia y en la sombra.

(De «La ciudad sin Laura», 1938)
Francisco Luis Bernardez.

martes, 7 de junio de 2011

Un día te querré.



Un día te querré... Un día: ¿cuándo?
No lo sé, ni me importa, todavía.
Tan segura de amarte estoy, un día,
que ni anhelo ni busco, voy andando.

Mi mano que la espera va ahuecando
hoy reposa indolente, blanda y fría.
Un día te querrá... Hoy sólo ansía
encerrarse en la tuya, descansando.

Mi amor sabe aguardar. No es impaciente:
su deseo es arroyo, y no torrente
que hacia ti, con certeza, sigue andando.

Y una tarde cualquiera y diferente
me ha de dar a tu amor, serenamente.

Un día te amaré: ¿qué importa cuándo?
Julia Prilutzky Farny

lunes, 6 de junio de 2011

Vive como Las Flores.















Un día un discípulo se encontraba inquieto y  le pregunta a su maestro: 
-Maestro, ¿qué debo hacer para no quedarme molesto?
Algunas personas hablan demasiado, otras son ignorantes.
Algunas son indiferentes.
Siento odio por aquellas que son mentirosas y sufro con aquellas que calumnian.
- ¡Pues, vive como las flores! Advirtió el maestro.
- Y ¿cómo es vivir como las flores? Preguntó el discípulo.
- Pon atención a esas flores -continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín.

Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas.
Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos.
Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden.
Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos.
Y si no son suyos, no hay motivo para molestarse.
Ejercita pues, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera.
Esto, es vivir como las flores.

De la red.

sábado, 28 de mayo de 2011

"Cuando yo canto...."


Hoy la alegría no me asiste,
y canto en voz alta llorando
por la amargura que me diste,
pero evitando vean mi llanto.
Cuando oigáis que en voz alta canto...
no me preguntéis por qué lo hago tan alto,
ni me miréis al rostro,
ni me digáis que bien lo hago...,
que sólo quiero espantar de mi pecho
lo que por dentro le está ahogando.
Si una mañana oís que canto...
no es alegría de un triunfo,
ni presagio de algo deseado.
Yo canto cuando estoy triste,
¡y lloro de alegría cuando no canto!

Geles Calderón

Gustavo Adolfo Bécquer.

La Caricia Perdida.


Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?


Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
 Alfonsina Storni.

Jacinto Benavente.

Gustavo Adolfo Bécquer.

Rosario Bersabé Montes.

José Ángel Buesa.

Antonio Machado.

Gustavo Adolfo Bécquer.

Carolina Coronado.

Rosalía de Castro.

Edgar Alan Poe.

López de Vega.

Manuel Acuña.

Gustavo Adolfo Bécquer.

Gabriela Mistral.

José Martí.

Cantar de los Cantares.

Vítor Hugo.



Gabriel García Márquez.

Pablo Neruda.

Eleanor Roosevelt.

Paul Auster.



Neil Simon.

Thornton Wilder.

Paulo Coelho.

Confucio.

Charles Dikens.

Blaise Pascal.

Octavio Paz.

Aristóteles.

Johann Kaspar Lavatex.

Voltaire.

Madre Teresa de Calcuta.

René Descartes.

William Shaskespeare.

Ralph Waldo Emerson.



Proverbio Chino.



Arthur Schnitzler.



Charles Chaplin.



Wiliam Arthur Ward.

Por qué el Amor es Ciego.


Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres.
Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura como siempre tan loca, les propuso: ¿vamos a jugar a las escondidas?
La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad sin poder contenerse preguntó: "a las escondidas ... y ¿eso cómo es?"
"Es un juego - explicó la locura - en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar,
el primero de ustedes que encuentre, ocupará mi lugar para continuar el juego".
El entusiasmo bailó entusiasmado, secundado por la euforia, la alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda,
e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar. La verdad prefirió no esconderse. ¿Para que? Si al final siempre la hallaban.
Y la soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que la molestaba era que la idea no hubiera sido de ella) y la cobardía prefirió no arriesgarse.
Uno, dos, tres ... Comenzó a contar la locura. La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre tan perezosa, se dejó caer tras la primera piedra del camino.
La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol mas alto.
La generosidad casi no alcanza a esconderse. Cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. ¿Que si un lago cristalino? Ideal para la belleza. ¿Que si una rendija de un árbol? Perfecto para la timidez. ¿Que si el vuelo de una mariposa? Lo mejor para la voluptuosidad. ¿Que si una ráfaga de viento? Magnífico para la libertad .... Así terminó por acurrucarse en un rayito de sol.
El egoísmo en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio: airado, cómodo, pero solo para él. La mentira se escondió en el fondo de los océanos
(mentira, en realidad se escondió detrás del arcoiris) y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes. El olvido ... se me olvidó donde se escondió el olvido.. pero eso no es lo más importante.
Cuando la locura contaba 999.999 el amor aun no había encontrado sitio para esconderse, pues todo lo encontraba ocupado ... Hasta que divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores.
Un millón contó la locura y comenzó a buscar.
La primera en aparecer fue la pereza, a sólo tres pasos detrás de una piedra.
Después escuchó a la fe hablando con Dios en el cielo con convicción, y la pasión y el deseo los sintió en el vibrar de los volcanes.
En un descuido encontró a la envidia y claro pudo deducir donde estaba el triunfo.
Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo: el solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la belleza.
Con la duda, resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca, sin decidir aun de que lado esconderse. Así fue encontrando a todos, al talento entre la hierba fresca, a la angustia en una oscura cueva, a la mentira detrás del arcoiris (mentira , si estaba en el fondo del mar) y hasta al olvido que ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas.
Pero sólo el amor no aparecía en ningún sitio. La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyito del planeta, en cada cima de las montañas y cuando estaba al darse por vencida, divisó un rosal y pensó: el amor como siempre tan cursi, seguro se escondió entre las rosas. Tomó una horquilla y comenzó a mover unas ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó.
Las espinas habían herido en los ojos al amor. la locura no sabía que hacer para disculparse: lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó en la tierra a las escondidas, el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.

Tomado de la Red.
 
Subir Bajar