EL CANTO DE LA ALONDRA

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lunes, 13 de junio de 2011

Siempre nos queda París.














En París amanezco el día de tu ausencia.
El city tour me pierde por rincones aislados,
¿por qué será que espero tus ojos afilados,
si nunca me prestaste su mágica elocuencia?

Las calles dan cien vueltas, yo sigo en la abstinencia
de la presencia incauta saltando acantilados.
Sus plazas —laberinto—, semáforos callados...
No creas que pretendo mutar tu transparencia.


Si llegas, te prometo colgar de tu mirada
un brillo renovado. Firmada la amnistía
besar solo tu frente que, fresca, me daría

delirios de amapola bajo la tour Eiffel.
Qué lenta es esta espera...escucha los relojes
llegando a su destino: la torre de Babel....

Carolina María Catalano

Pablo Picasso.

Elbert Hubbard.

Soneto Lejano.















Bello sería el río de mi canto,
que arrastra por el mundo su corriente,
si dicho canto no naciera en cuanto
el río se separa de la fuente.

Bello sería el silencioso llanto
de la estrella en la noche de mi frente,
si dicha estrella no distara tanto
de quien le da la luz resplandeciente.



Bello sería el árbol de mi vida,
si la raíz de amor lo sostuviera
sin estar alejada y escondida.

Bello sería el viento que me nombra,
si la voz que me llama no estuviera

perdida en la distancia y en la sombra.

(De «La ciudad sin Laura», 1938)
Francisco Luis Bernardez.

martes, 7 de junio de 2011

Un día te querré.



Un día te querré... Un día: ¿cuándo?
No lo sé, ni me importa, todavía.
Tan segura de amarte estoy, un día,
que ni anhelo ni busco, voy andando.

Mi mano que la espera va ahuecando
hoy reposa indolente, blanda y fría.
Un día te querrá... Hoy sólo ansía
encerrarse en la tuya, descansando.

Mi amor sabe aguardar. No es impaciente:
su deseo es arroyo, y no torrente
que hacia ti, con certeza, sigue andando.

Y una tarde cualquiera y diferente
me ha de dar a tu amor, serenamente.

Un día te amaré: ¿qué importa cuándo?
Julia Prilutzky Farny

lunes, 6 de junio de 2011

Vive como Las Flores.















Un día un discípulo se encontraba inquieto y  le pregunta a su maestro: 
-Maestro, ¿qué debo hacer para no quedarme molesto?
Algunas personas hablan demasiado, otras son ignorantes.
Algunas son indiferentes.
Siento odio por aquellas que son mentirosas y sufro con aquellas que calumnian.
- ¡Pues, vive como las flores! Advirtió el maestro.
- Y ¿cómo es vivir como las flores? Preguntó el discípulo.
- Pon atención a esas flores -continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín.

Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas.
Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos.
Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden.
Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos.
Y si no son suyos, no hay motivo para molestarse.
Ejercita pues, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera.
Esto, es vivir como las flores.

De la red.
 
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